Certero Artículo de Opinión de Francesc de Carreras en el diario El Pais (04-03-18)

Democracia ¿participativa?

Las formas de democracia participativa de los foros de distrito o son manipulación desde el poder o no sirven para nada


Las ciudades, está a la orden del día la polémica de los carriles bici. El Ayuntamiento que preside Manuela Carmena, al frente de una coalición encabezada por Podemos, ha incrementado muy notablemente este tipo de vías.
A su vez, dicho consistorio, también como en otras ciudades, ha implantado unos procesos de democracia participativa vecinal. Pieza clave de esta participación son los foros locales de distrito que se definen como “espacios en que todos los vecinos y vecinas se pueden reunir para debatir y trabajar en iniciativas para mejorar la ciudad desde la perspectiva de sus barrios y distritos”. Hay un foro en cada uno de los 21 distritos y su sistema de funcionamiento se acerca mucho al de una democracia asamblearia. Aunque estos foros han sido uno de los proyectos estrella del gobierno de Carmena, no parece que el éxito les haya acompañado. Según las cifras proporcionadas por el concejal de Coordinación Territorial Nacho Murgui, solo se han inscrito 4.181 ciudadanos, un número ínfimo si se tiene en cuenta que Madrid es una ciudad de 3.182.981 habitantes.
El concejal, al parecer hombre animoso y optimista, sostiene que la cifra de inscritos demuestra el interés ciudadano, ya que en el último año han aumentado en un 40% y ello demuestra el éxito de una politica de “participación real”, aunque la asistencia a las reuniones no suele rebasar las cinco personas por sesión. Este proceso de participación se lleva a cabo mediante los “dinamizadores”, cuyos sueldos absorben la mayor parte del presupuesto asignado por el Ayuntamiento a los foros, unos 647.000 euros, a los que hay que añadir otros gastos en publicidad (201.000), lo cual da una suma total de 848.000 euros.
Pero volvamos al carril bici y a la polémica suscitada. En efecto, según ha ido puntualmente informando el periodista Luca Constantini en el cuadernillo de EL PAÍS dedicado a Madrid, el Ayuntamiento decidió que en la calle Santa Engracia, entre la plaza de Alonso Martínez y Cuatro Caminos, unos 2,2 kilómetros de longitud, se estableciera un carril bici. Este recorrido está situado en el distrito de Chamberí y algunas asociaciones de vecinos sostienen que el carril bici apenas es utilizado y, en cambio, la pérdida de espacio para coches genera importantes atascos.
En julio pasado, estas asociaciones redactaron un escrito para que se revirtiera este carril bici, entre otras peticiones de parecido carácter. Recogieron 2.000 firmas de vecinos y presentaron el documento al Ayuntamiento. La portavoz municipal lo rechazó y les dijo que la vía adecuada era plantearlo en el foro del distrito. Así lo hicieron la semana pasada y ganaron por 30 votos a favor y 20 en contra. Sin embargo, como no se trata todavía de una decisión vinculante, hay que esperar a que un informe técnico determine su viabilidad. Si es así, el Ayuntamiento puede tener que incorporar el coste de las obras al presupuesto correspondiente, aunque sus representantes han dicho que no pensaban cambiar sus decisiones por la simple decisión de un foro vecinal. ¿Vale la pena, entonces, que se articulen estos procedimientos si no sirven para nada cuando intentan rectificar las decisiones del poder?
Esta larga pero significativa historia viene a cuento para comprobar el valor de ciertas formas de democracia participativa. En Barcelona se comprobó con el referéndum de la Diagonal en el que sólo participaron el 12% de los barceloneses. Las leyes de procedimiento administrativo ya prevén la participación de los afectados. Pero querer convertir esta participación en una nueva forma de democracia porque los procedimientos de democracia representativa, mediante la cual se han elegido los cargos municipales, son sumamente imperfectos, es un error que se comprueba por las cifras de participación. 30 votos a favor y 20 en contra, frente al 1,6 millones de votos en las últimas municipales de Madrid. Llamarle a esto democracia participativa es una burla a la inteligencia, incitan a no participar.
No sé quien tiene razón, si los unos o los otros. Sólo sé que esta no es una buena forma de tomar decisiones democráticas. Como decía aquél, los experimentos con gaseosa, no con champagne (francés, naturalmente), que sale caro. En definitiva, estas formas de democracia participativa, o son pura manipulación desde el poder (quizás para eso se inventan), o no sirven para nada, excepto para que los dinamizadores se ganen la vida. La democracia representativa, por lo menos, es más seria. 
Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.