Carta de un vecino de Chueca a la Fundación 26 de diciembre



Ya sabéis que el Orgullo Gay organizado por  MADO  y los vecinos reales de Chueca tenemos un conflicto de intereses en las actividades nocturnas: nosotros queremos dormir tranquilos y tener limpias las aceras; ellos quieren vender, vender, vender y forrarse con el alcohol, favorecer el botellón, los gritos y meadas de toda esta horda de visitantes nocturnos, que a ellos les engorda el caldo y a nosotros nos arruina el barrio donde vivimos. Barrio que, por cierto, no se llama Chueca ( como mucho eso es una plaza y una boca de Metro, y antes aún un graciosísimo compositor de sainetes) - sino el barrio de Justicia ( ¡qué ironía!) o San Antón ( advertid que el cerdito que siempre acompaña al Santo, se comporta mucho mejor que nuestros visitantes)  

            Pues eso, que algunos progres y progras - llenos de unción evangelizadora- llevan algún tiempo dándonos la tabarra con esta coña marinera del Orgullo, aleccionándonos a los vecinos reales con la buena nueva de la diversidad y los beneficios sociales de la nocturnidad en Chueca. Y,  como los profetas en Babilonia, claman lo homófilos que ellos son, y lo homófobos que somos nosotros pecadores por querer dormir por la noche.   Y todas estas prédicas con el único fin de dar cobertura al  Negocio del alcohol y la noche, que es en lo que realmente se ha convertido el llamado Orgullo Gay de Chueca.  Claro que esto era de esperar: siempre el Negocio y el Dinero se han rodeado de una corte de meapilas que los legitima y bendice en nombre del Cielo y de las Ideas Sublimes.

            Por eso me parece muy bien que se muestre el legítimo orgullo ( no ciertamente el comercial Orgullo con  mayúscula) a la luz del día, con cuentacuentos, ancianos y niños, payasos y títeres, con teatro y bocadillos de chorizo, con clases de filosofía y de cocina, y hasta con charangas de boleros y pasadobles.  Eso…, a la luz del día. Porque poco orgullo me parece a mí el que tiene que ampararse en el alcohol y la noche.

              Y ya que nos gustaría ver ancianos en estas cuchipandas,  no estaría de más  que la Fundación 26 de diciembre recuerde a los concurrentes a la Plaza Vázquez de Mella, que en nuestro barrio hay al  menos una residencia de ancianos, y varios pisos tutelados para mayores, aparte de un par de conventos donde languidecen monjas achacosas…..Entre unos y otros  este barrio tenía hasta hace poco la media de edad  más alta de Madrid. Claro, se dirá, el Negocio y el Dinero, no se vuelca con este colectivo -gay o no- porque lo que esos poderes cortejan  es la capacidad  de consumo nocturno y diurno. Los correveidiles del Orgullo  saben  muy bien donde está su caladero y se cuidan de malgastar sus prédicas en  viudas y pensionistas ¡Hasta ahí podíamos llegar! Porque el orgullo del Orgullo tiene sus límites: un orgullo que no consume, que no bebe, que no gasta, no le interesa al Orgullo.


               Como tampoco estaría de más que se diga  en la ya atribulada   Plaza Vázquez de Mella lo siguiente:  no es demasiado orgullo el que elige nuestro barrio para airear sus banderas o procacidades: no es orgullo -ni combate-   predicar en tierra conquistada hace ya mucho.  Manifestar orgullo gay en Chueca es como dar gran lanzada a moro muerto, o llevar bacalao a Escocia.   Más orgullo sería -digo yo- predicar in partibus infidelium, con ese espíritu misionero que inspira a los progres. ¿Qué tal convertir al orgullo a tantos lugares irredentos de Madrid?  ¿Qué tal   la Plaza del Marqués de Salamanca, o mejor aún, la Catedral de la Almudena?  Ahí te quiero ver, que decía el clásico.